Los nuevos entornos generan una dinámica de cambio y competitividad en la que pareciera que el trabajo tradicional y solitario de las empresas es lo ideal. Inundar de publicidad las calles, la tele, la radio, romper en luchas interminables de precios, hasta terminar cayendo en una agonía que parece nunca terminar.

El pasado vs. el futuro

Es increíble como en los últimos años el concepto de “inversión” en este marco cambió rotundamente de significado.

Antes, se recaía siempre en la inversión monetaria, con préstamos a tasas insoportables y plazos interminables. En la actualidad, el foco de la inversión está muy desfasado hacia otro lugar.

Pasamos desde el bolsillo hasta la cabeza. Vale más una visión sólida con una conducta estratégica firme y planes eficaces a largo plazo, siempre adaptables y flexibles a los cambios del corto plazo. Es más inteligente usar la creatividad como herramienta de disrupción que desembolsar gigantes sumas de dinero en proyectos que acaban en ser la mera copia de las innovaciones de otros.

El presente es el único momento en el que podemos generar un punto de inflexión considerable para mejorar el futuro sin repetir el pasado. 

El futuro nos demanda la capacidad de poder readaptarnos permanentemente. La masividad del pasado queda totalmente obsoleta frente a la especialidad y foco que nos exige el futuro.

Las empresas se tienen que esforzar cada vez más por generar relaciones con su público. Estar presentes en los medios web es el primer paso, pero no basta. El trabajo permanente es fundamental para crear lazos sólidos con el target deseado.

Las redes sociales permiten crear vínculos con ese público, pero hay que entender que no se puede obligar a la gente a comprar un producto o servicio. Hay que hacer que ellos lo quieran y, si les gusta, por propia naturaleza de los seres humanos, lo van a recomendar.

Ganar espacio y prestigio en la social media, permite ganar espacio y prestigio en el “mundo real”. El valor que se obtiene en uno, rápidamente, se transporta al otro.

  1. Ser maravillosamente bueno. Si el producto o el servicio no es bueno, nadie lo va a querer.
  2. Estar presente y no ser una “cosa”. La gente quiere interacción. Quiere hablar y que le contesten. Quieren hablarle en el muro, no a él.
  3. Ser interesantes. Hay que generar un nivel creciente de atractivo, para que la gente por sí misma desee unirse. Ninguno de nosotros queremos ver nuestros muros plagados de cosas sin sentido. Es preferible ganar en contenido y no en cantidad. Preferible un mensaje de 80 caracteres a notas interminables en Facebook.
  4. No ser “pesados”. Publicar con cautela y mesura. Nadie “ama” a los spamers. Llenar con basura por el hecho de estar no sirve. Pero sobrecargar de información útil de golpe, tampoco. Internet ya está sobreplagado de data. Hay que filtrarla de a poco para que la gente pueda percibirla.
  5. Ser persistente y creativo. Solo estar no sirve. Perpetuarse tampoco. El único camino es aquel que nos permite quedarnos, porque el público quiere seguir relacionándose con nosotros. Solo se gana siendo creativos. Innovar, siempre guiado por lo que nuestro público quiere.

Internet en general, y las redes sociales, cumplen hoy un papel protagónico en la gestión empresaria. Por ello, hay que manejarlas con inteligencia y aprovechar sus beneficios al máximo sin abusar.

Hasta la próxima.

FACUNDO DANIEL TULA
Consultor Independiente
www.facfedmar.com.ar
Seguime en @facfedmar